Desde pequeños, los niños van descubriendo el mundo que les rodea, los espacios, los objetos y las personas. Quieren curioserarlo y experimentarlo todo. Además, constantemente inventan soluciones para resolver los problemas con los que se encuentran. Usan su creatividad y su imaginación para conquistar el mundo, al tiempo que crecen, aprenden y se expresan.
Los pequeños les dan a los juguetes los usos más diversos. A veces, desechan el sofisticado juego electrónico que les hemos regalado y utilizan la caja como un barco, usando la tapa de una cacerola como timón. Nosotros debemos participar en el juego intantil y nunca tenemos que quitar a los niños su espontaneidad.
No reprimirles
Los niños son muy ocurrentes sin ni siquiera pretenderlo. Muchas veces nos sorprenden con sus preguntas y razonamientos. El lenguaje es un campo de experimentación muy bueno y nosotros debemos aprovecharlo: tenemos que hablar mucho con ellos, escucharles y ser tolerantes con ellos.
Los adultos más creativos son aquellos cuyas familias, cuando eran niños, les permitían manifestaciones infantiles propias de su edad. Debemos animarles a improvisar, a encontrar finales diferentes para los cuentos e historias de siempre.
El campo de las manualidades también es muy rico. Es bueno que tengan a su alcance plastilinas, ceras, papeles, pinturas de colores, cartulinas y todo tipo de materiales con los que puedan dar rienda suelta a su creatividad.
Debemos enseñarles y ayudarles a moldear, recortar, pegar… pero siempre dejándoles a ellos el protagonismo y la iniciativa.
Si nuestros pequeños artistas se ponen a pintarrajear, no hay que corregir trazos ni colores por un cuadriculado sentido de la realidad. Su actividad tiene que ser divertida, lúdica y libre.
Nuestro papel es proporcionarles espacio, materiales, ocasión y tiempo para jugar y ejercer libremente su creatividad.